lunes, 22 de abril de 2013

La voz necesaria de la juventud

La insatifasción es el estigma de la juventud mejor preparada de toda la historia de España. ¿Generación perdida? No, perder implica dejadez, descuido, falta de atención, azar incontrolable y este no es el caso. En realidad es una generación estafada, una generación desaprovechada, una generación frustrada por la incapacidad de cambiar un mundo que parece condenado a su destrucción. Un tejido social debilitado, una apatía hacia la política y un desengaño de las instituciones públicas. Se erige una tradición obsoleta que mantiene un status quo -cada día más frágil- en el que los jóvenes se sienten desarraigados, en la que postula: una revalorización de la figura del joven como sujeto revolucionario que las teorías emancipadoras llevan discutiendo desde hace casi un siglo.  

Vivimos en un mundo complejo de un dinamismo que nos sobrepasa, disolviendo al sujeto y fragmentando la pertenencia a un grupo. Se necesita una revalorización de una comunidad de sentido como eje fundamental para frenar de forma colectiva las injusticias y patologías de nuestra sociedad. Para ello el socialismo, dentro del marco de los derechos humanos, tiene que ser abanderada de una mirada crítica, tanto de la historia que lo ha constituido como de los problemas que nuestra sociedad nos plantea. La igualdad de oportunidades -esencial- nace desde una educación integral creadora de ciudadanos capaces y dignos, siendo esta la condición necesaria para un uso posible de la libertad de consciencia, identidad y elección. 

Junto a esta perspectiva, la sociedad debe comprender que la juventud debe tener voz y voto de un mundo del que será heredero. Si los jóvenes no luchan para poder plantear de forma pública  sus inquietudes como un grupo social fundamental están cometiendo el mayor error posible, no luchar por las condiciones preferibles que marcarán su futuro. Frente a una situación global difícil, todos los jóvenes deben alzar su voz, fresca y creativa, hacia la denuncia de las contradicciones e injusticias de nuestros días, si no nos hacemos oír, cometeríamos un delito de silencio.    

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