sábado, 18 de mayo de 2013

Boecio: ideólogo de la LOMCE

En el pasado Consejo de Ministros se aprobó la enésima reforma educativa en democracia, en contra de todos los colectivos educativos. Lo que han caracterizado las reformas educativas desde la Transición es una "búsqueda de la calidad" de la enseñanza con reformas cortas de miras, ideológicas y que nunca llegaron a un acuerdo en ningún sentido. La educación es un bien manipulable por la ideología - o ¿deberíamos decir por los "intereses económicos"?- de turno y lo más curioso es que ya ni hacen por disimularlo. Sin duda, la educación se ha convertido en la mayor arma política de nuestro tiempo y ahora que las vacas gordas han emigrado a Alemania, estamos desvelando las dinámicas contradictorias que rigen nuestra sociedad.

Tenía el nivel alto, pero el ilustre ministro Wert ha conseguido algo que nadie había logrado antes, poner a toda la comunidad educativa en su contra. Lo importante no es que hayan elevado la religión al nivel de una materia totalmente necesaria para la formación de nuestros estudiantes, ni que reestructuren el sistema de niveles educativos, ni la imposición de diferentes reválidas..., lo importante es cómo se ha hecho esa reforma educativa, que se postula como un símbolo del gobierno que nos desgobierna. Todo lo anterior es síntoma de una batalla ideológica «absurda» que toma como arma ciertas parcelas temáticas de la formación de los alumnos, cosa que no es algo nuevo en democracia y que por desgracia hay que afrontar de la mejor manera posible después de cada periodo electoral.



Lo interesante de la LOMCE es que ha sido prefabricada en la sacristía del Gobierno al margen de cualquier colectivo educativo. Por colectivo no me refiero a sindicatos o al menos no solo, sino también a los mismos profesionales de la educación que sin duda son los que de primera mano saben cuáles son las deficiencias y «reformas estructurales» que se debe afrontar en el sistema de enseñanza pública. Esto quiere decir que el Gobierno sin atender a los ciudadanos a los que representan y afecta, ha hecho valer su mayoría parlamentaría para imponer una ley para la que no ha contado con nadie. Hemos llegado al absurdo de que nuestros dirigentes políticos se perfilan como Déspotas Ilustrados que saben perfectamente lo que el pueblo necesita, una sociedad infantil a la que hay que cuidar desde posturas paternalistas por su bien. El problema es que nuestro Gobierno de Ilustración entiende bien poco, y lo que se podría entender cómo despotismo ilustrado se aclara al ver que las luces se apagaron hace mucho tiempo por Moncloa. 

Wert, el Ministro de la risa torcida, el de la subida del IVA en cultura, el amante extraviado de la sabiduría, necesita una travesía histórica por la Revolución Francesa. La ley LOMCE quiere imponer mecanismos de poder propios del Antiguo Régimen, marco referencial de la virtuosidad moral que caracteriza a nuestros dirigentes populares y a la Audiencia Episcopal «todo sea dicho de paso». El Antiguo Régimen de la contemporaniedad estudiantil ha llegado a su aula, caracterizada por ser una época estática, elitista, opresora y controladora, en la que la igualdad de oportunidades se compra en cajeros automáticos y el éxito social se mide por quién es tu madre y tu padre «por suerte para el Gobierno todos somos hijos de Dios». No se tratará de guiar las inquietudes de tus hijos, sino de formarlos - es decir, dar forma según mis estándares reduccionistas pero obviamente verdaderos- a unos alumnos desinformados. Los escolásticos volverán  imponiendo el trivium y quadrivium;  Boecio será el nuevo Lorca a quién admirar y comentar entre los alumnos. Espero que recuerde el Gobierno cómo acabó el Antiguo Régimen, con los tres grandes hitos de la Humanidad: Renacimiento, Reforma y Racionalismo, simbolizados en el Terror de la Revolución Francesa que supuso el guillotinazo del Deus Machina.

LOMCE nos enseña la falta de empatía social de nuestro Gobierno, cuya educación es eso que todos sabemos que tiene pero que nunca demuestra. Al menos tengo la esperanza de que no nos la encontremos en una cuenta en las Islas Caimán. Y como si de un oráculo manual se tratara, sentencio que: 

La forma en la que una sociedad valore la importancia de la educación, será síntoma de la  buena -o mala- salud que dicha sociedad goza en el presente y que gozará en el futuro. 



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